Durante los feroces incendios que nuevamente sufrimos en nuestras sierras, el sol, se mostraba de un rojo apocalíptico, como lamentándose por las miles de hectáreas devastadas, las decenas de viviendas destruidas y los tantos animales domesticas y de pastura que perecían tras el impetuoso avance de las llamas que sin piedad consumía todo a su paso, alentado por un ventarrón que lo arreaba a una imparable velocidad de docientos metros por minuto.
No nos quedan palabras... solo un rostro de resignación y nuestras oraciones para aquellos que lo perdieron todo...
